Las bateas mejilloneras aparecen en las rías gallegas
alrededor del los años 40 del siglo XX, Impulsadas por el señor de Rubianes y Marqués de Aranda, el Señor D.
Alfonso Ozores Saavedra, que después de intentar el cultivo de mejillón con
diferentes técnicas, acaba por implantar en 1945, en aguas de la ría de
Villagarcía, la primera batea .
Las bateas iniciales se construyeron a partir de viejos
cascos de barcos- generalmente galeones de las rías- a los que se les
incorporaban unos travesaños perpendicularmente a la línea de crujía y que
sobresalían de los costados de babor y estribor lo suficiente como para formar
un emparrillado que alcanzase la mayor superficie posible pero que no
comprometiese la flotabilidad del casco que lo sostenía; de éste emparrillado
colgaban las cuerdas de cultivo.
Junto con las bateas de cascos de barcos, se construyeron
otras diferentes, en las que el elemento de flotabilidad era un prisma de forma
rectangular; a estas bateas se las denominaba “de cajón”.
Los elementos principales de estos artefactos son: El sistema
de flotabilidad – casco de barco, cajón (uno o varios), cilindros de acero ,
cilindros de poliéster; el emparrillado
– de diferentes dimensiones- ; las cuerdas de cultivo – de cáñamo o de nilón
dependiendo de la antigüedad- ; los
elementos de consolidación –palos y estays, solo en las más antiguas ; el
fondeo –cadena y muerto-.
Las dimensiones de las bateas venían determinadas por la longitud
de los lados del emparrillado y aunque en nuestros días la inmensa mayoría
tienen unas dimensiones estándar- 30x22 metros-, en sus inicios estas medidas
variaban dependiendo de los medios disponibles del armador, sus necesidades o
el calado de la zona donde se fuese a ubicar.
Otra embarcación de la colección de embarcaciones
tradicionales gallegas que estoy construyendo: el bote de la ría de Ribadeo.
Estos botes se construían en todos los astilleros de la ría
que les da su nombre, y existen fotografías del siglo XIX que los sitúan en el
tiempo para establecer una fecha de comienzo de aparición en aquellas aguas. En
la actualidad, solo los astilleros Pacho, en La Limera de Castropol, se dedican
a construirlos.
Se utilizaban para el transporte de personas y mercancías
entre los pueblos de la ría, y también para la pesca con aparejos menores. El
el año 55 del pasado siglo, se cruzaba la ría en una embarcación de éstas por
2,5 pesetas.
De una eslora entre 4, 5 y 6 m, estos botes competían en las
mismas actividades con otras embarcaciones similares, los barlotes, que aunque
de formas similares, su mayor eslora y la terminación de su popa en forma de
proa, eran las características más destacadas que los diferenciaban.
Su estructura tenía una particularidad curiosa: mientras la
roda, codaste y cuadernas se hacían de roble, la quilla se hacía de madera de
eucalipto; el resto de elementos, como los banzos, bancos, corredores, etc. se
hacían en madera de pino. Toda la madera para estos barcos se cortaba en una
determinada época del año, con el fin de conseguir la mejor calidad. Este
aspecto de la carpintería de ribera era muy cuidado por los maestros ribereños.
El palo y la verga se obtenían de simples pinos lo más
derechos posibles; simplemente descascarillados y un poco afinados, sobre todo
en el palo, para que la pieza que izaba la verga – raca- se pudiese deslizar
con facilidad a lo largo del palo.
El bote de Ribadeo portaba una vela mística, a la que se le
daba, a gusto del armador, diferente medida a su grátil, dependiendo de lo que
se deseara que corriera el barco.
En nuestros días, se siguen construyendo estos botes y se
organizan regatas populares con ellos, pero, tanto su construcción como algunos
detalles de líneas, los hacen un poco diferentes a los primitivos botes de la
Ría de Ribadeo.
Como todas las embarcaciones tradicionales que estoy
construyendo, esta también está a escala 1:35
El origen, el nombre, su arquitectura o su antigüedad han dado lugar a numerosos escritos, olvidando que la dorna que conocemos en la actualidad, no es ni más ni menos que una evolución del barco del río Miño, de un claro origen nórdico.
Entre los siglos XIII o XIV, la dorna sufre una modificación trascendental. Se le corta la popa para dotarla de espejo y se le instala un perfecto timón que hace también de orza, dotando a esta embarcación de una buena estabilidad y deriva al navegar a vela.
El forro de la dorna está compuesto por cinco banzos enteros, excepto el último superior pegado al trancanil, que es de unos 40 centímetros de ancho y formado de dos piezas, que a su vez montan transversalmente en la cuaderna maestra, la de proa sobre la de popa . Los banzos se hacen, como casi toda esta embarcación, en madera de pino.
La cinta que discurre de proa a popa, sujeta perfectamente este último banzo, y en ella se hacen los imbornales de desagüe del corredor.
La longitud del palo de las dornas es más o menos la misma que la eslora, y se fabrica de un simple pino al que se le saca la corteza. Este elemento tiene sección rectangular en la parte de la fogonadura con el objeto de fijarlo de una forma consistente, ayudándose de una o dos cuñas y que le valdrán también para darle la inclinación necesaria que el viento exija.
La vela es al tercio desde su origen y la driza hace las veces de obenque. Esta driza se sujeta al costado con un simple cadenote o un sencillo gancho.
Los remos de dos piezas; el mango de pino y la pala de castaño, son casi tan largos como la eslora y se manejan cruzándolos y con los brazos contrarios: el brazo derecho sujeta el remo de babor y el izquierdo el de estribor, quedando perfectamente equilibrados y permitiendo una remada potente con poco esfuerzo.
Las toleteras o remadouras son ligeramente elevadas, como corresponde a embarcaciones con remos tan largos.
Las dornas en la antigüedad y aún hoy, no se pintaban, sino que se carenaban con una mezcla caliente de brea, saín y azufre que se aplicaba con una brocha grande, hecha de lana de carnero, a la que en la ría de Ons se le llama raspelo.
A las dornas se le solían pintar en las amuras o en las popas unas marcas de origen mítico-religioso.
El fondeo se hace, no con rizón, sino con poutada, por la facilidad de fondear que tiene este elemento en fondos rocosos, donde es fácil perder el rizón, siendo la poutada una herramienta fácil y barata de construir si se pierde.
La dorna que se representa en esta maqueta es la de “La Lanzada”. Ésta se diferenciaba de las restantes en su proa más lanzada, ya que tenía que hacerse a la mar en la playa que le dio su denominación, es decir, en pleno mar abierto, donde una embarcación más chata tiene más dificultades para enfrentarse a las olas rompientes.
Fue construida entre los meses de agosto y noviembre de 2011 a escala 1:35
Si alguna localidad gallega esta relacionada con una embarcación tradicional, esa es Bueu, con su bote pulpeiro.
De unas dimensiones particulares, pues su pequeña eslora (
Poseían una tilla que ocupaban casi un tercio de la cubierta y en el centro montaban un vivero.
Aparejada con vela latina, a principios del siglo XX se las monta una mística, considerada ésta por algunos eruditos, como una vela excesiva para estas naves.
Los materiales autóctonos son los más empleados para su construcción: roble para los elementos estructurales –quilla, cuadernas, roda, codaste - y pino para el forrado del casco, siempre a tope, y el aparejo de vela - palo y la percha-. Los remos son como los de las dornas, de dos piezas y para remar se cruzan. Basada en la embarcación de relinga, su morfología representa bastante bien lo que eran las embarcaciones de esta zona de Galicia.
El bote pulpeiro fue empleado casi en exclusiva a la pesca del pulpo, de ahí su denominación, y para ello empleaba el arte del “cordel”. Hay datos que atestiguan la gran importancia de esta pesca entre los siglos XVI y XVIII, en la que se regulaba desde las épocas de pesca hasta las artes a emplear, y el bote pulpeiro demuestra su superioridad en las rocosas aguas de la ría.
Para la elaboración de esta maqueta se han empleado 111 h..
Fue construida entre los meses de marzo y julio de
Típica chalupa ballenera de mediados del siglo XIX.
Se caracterizaban por sus finas líneas, las cuales les permitían obtener velocidades a remo bastante considerables.
